Doce títulos en Roland Garros. Doce finales en París, todas ganadas. Nadie festejó tantas veces en un Grand Slam. Quién sabe cuánto tiempo pasará para volver a ver un jugador con un dominio semejante sobre el polvo de ladrillo, sobre la tierra batida de París. Rafael Nadal hizo historia, y la sigue escribiendo con sus proezas, con un collar de títulos que suma y suma perlas.
El zurdo de Manacor se alzó por duodécima vez con el título del abierto francés al superar por 6-3, 5-7, 6-1 y 6-1 en 3 horas de juego al austríaco Dominic Thiem, en un estadio Chatrier que se rindió una vez más a los pies del emperador de las canchas lentas. Como en aquella primera vez en 2005, como en este domingo.
La final del abierto francés tuvo un primer set de altísimo vuelo. Tanto Nadal como Thiem justificaron pronto por qué llegaron a la definición con un arranque electrizante: puntos de alto vuelo, búsqueda constante de ángulos y defensas increíbles.
Nadal tejió con paciencia el último trazo hacia la coronación; se puso match-point (40-15) con un drive esquinado que Thiem devolvió muy lejos. Se le fue el primer punto para partido en un zurdazo largo. Y terminó la faena con un saque que el austríaco devolvió lejos. Como ayer, como siempre, Rafa se dejó caer para aflojar la tensión; abrazó a su rival y se rindió a la emoción y a otra ovación. Campeón como la primera vez, como siempre.